
"aún al hombre necio y rudo labradorArcipreste de Hita (Libro de buen amor)
dineros le convierten en hidalgo doctor;
cuanto más rico es uno, más grande es su valor,
quien no tiene dinero no es de si señor"
Se moría. Sus constantes vitales estaban bajo mínimos. Imposible que tras un descalabro así pudiera salir ileso. ¡Su caída fue tan brusca y empinada!
Enseguida todas las “unidades”, reservas, los fondos, las ucis de todo el mundo acudieron como una piña en ayuda del "homo oeconomicus" que sucumbía. En ningún cataclismo habido se gastó tanta solidaridad y dispendios. Ni en las Torres Gemelas. Bancos de sangre, brigadas de intervención rápida, misivas, gabinetes de crisis. Todos, arrebatados por la silueta en rojo de un simple gráfico.
Jamás vi tanto derroche de generosidad, ni siquiera aquel día en que el hijo del "Aceitunero" se ahogara en la acequia aquella. A todos los vecinos nos faltó el aire, las prisas, el llanto. La ambulancia llegó tarde. Imposible fue su reanimación.
¿Quién será este señor Ibex con tanta suerte que despierta más piedad que aquel amigo de la infancia muerto en los remolinos del agua?