martes, 8 de enero de 2008
Centro ciéntifico del descanso
Sí, ya sé que no es oro todo lo que reluce, pero cualquier cosa puede alumbrar nuestras entendederas y convertir en inteligencia la coincidencia más vulgar, esa chispa del sabio que todos llevamos dentro.
Al viandante distraído un insignificante anagrama, un simple graffitis, el reclamo publicitario más común puede abrirle la razón y elevar a la dignidad de conocimiento el bagaje anodino que rellena su cerebro. El que Isaac Newton encontrara en una simple manzana la Ley de la Gravitación Universal no es una simple coincidencia.
Ayer tarde paseaba yo a mi cuerpo para desengrasar sus humores acumulados en estas fiestas. Y al final del paseo del colesterol, que así es como mis vecinos llaman al recorrido que va desde la estatua del tío acostao a la fuente del jardín, me detuve en un anuncio adosado en el lomo de un semáforo. Decía así: “Centro Científico del descanso”.
En un primer momento pensé que se trataba de un cartel que pregonaba los servicios de un psicólogo para mejorar la salud mental de los ciudadanos estresados. Luego en un posterior ramalazo lleno de imaginación adivinadora creí que se trataría de la promoción de un tanatorio de lujo para ofertar sus instalaciones entre una clientela cada vez más incrédula y menos perezosa.
Pero no, mi chasco fue garrafal. Se trataba ni más ni menos que de la venta comercial de una determinada marca de colchón.
“Tras toda una vida dedicada a la investigación nuestra firma por fin ha conseguido el colchón y la cabecera ideal de forja policromada... La filosofía del descanso... alta calidad...”
Y mucha razón que llevaba el publicista que diseñó el prospecto. El descanso es primo hermano del conocimiento.