jueves, 22 de noviembre de 2007
Distinguida dama
La palabra "procedimiento" aplicada a cualquier evento lo encumbra de rigor y dignidad. Y así nos encontramos con expresiones como “procedimiento administrativo, “tributario”, “judicial”, términos todos ellos revestidos de fuerza, irreductibilidad y automatismo.
El término proceder, como el vino de calidad no puede ser servido en un vaso cualquiera, sino que debe ir acompañado del recipente que su rango exije y requiere. Y así decimos que don fulano procedió como magistrado, o que se procedió a la presentación oficial, o que la junta electoral procedió a resolver un determinado expediente.
Y es que las palabras son clasistas; y según con quien y el caso, así se arriman o se alejan. Nunca escuché por ejemplo que mi vecino del tercero procediera como albañil o aquel otro de la esquina como panadero. Procede un sacerdote a celebrar su misa, o un alcalde procede a inaugurar las fiestas, pero nunca el humilde granjero incoará el procedimiento de limpieza de pocilga alguna. Simplemente cogerá un capazo y el legón y se pondrá a coger boñigas.
Hoy escuché el verbo “proceder” aplicado a la muerte. Y aprecié su justa utilización semántica como el platero que se goza al encontrar la joya que le falta. Hay uniones en las palabras tan oportunas y logradas que el orgasmo que generan es parecido a la contemplación del rayo verde en un atardecer romántico.
Y es que el procedimiento a la muerte le viene como anillo al dedo, el procedimiento la hace inapelable, ejecuta su sentencia con tanta solemnidad y porte que la convierte en distinguida dama.