jueves, 13 de septiembre de 2007

La Bandera



Ahora que viene la temporada otoño-invierno en el parlamento se promociona la moda de abrigarse con la bandera de España.

Con todas las banderas que hoy cuelgan de los balcones yo bien protegería del frío y de la estulticia a todos los pingüinos del trópico del universo.

Con los pendones que ondean en las azoteas de los palacios y consejerías del mundo surtiría de lencería fina, tentaciones y picardías a todos aquellos hipnotizados por el secretísimo regusto de la ropa íntima y fetichista.

Si yo fuese Mesalina con todas las banderas que impávidas e inútiles se yerguen en estrados, salones de armas y juzgados confeccionaría sábanas y colchas para ornamentar la cama en donde vecinos y enemigos dirimieran en juegos de amores sus cuentas y cuitas.

Si yo fuera el intendente mayor de todas las banderas que se airean en plazas y cuarteles tejería un manto grande sin colores ni fronteras, sin barras ni estrellas, una venda, una suave gasa que curara el partidismo, la malaria de la xenofobia, los mengues del nacionalismo, la viruela patriótica, la sangría de los dogmas.

Con todos los tafetanes y enseñas llenaría de pañuelos los bolsillos de las penas para secar las secuelas de la separación y las guerras fraticidas.

¡Ay si yo fuera un buen sastre, con todas las banderas del mundo cosería bragas y calzoncillos para cubrir las vergüenzas de políticos y ministros, para zurcir y tapar los sietes y descosidos de nuestra moral purulenta!

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