sábado, 11 de febrero de 2012

Ejercicio literario (I)





El hombre olvidó la novela en el coche. Y no tiene ganas de volver allá. El aparcamiento está a tres manzanas de su casa. Pero el libro que tenía entre manos le atrapa tanto que, si quiere seguir leyendo, tendrá que ser él quien continúe la novela. Y en un acto insólito de emulación y atrevimiento, el hombre coje papel y lápiz, cierra los ojos, se concentra, y se dispone a escribir. Ya está sentado frente a la mesa del escritorio. Se mete dentro de la cabeza del autor. Por un momento el hombre será su pluma, su imaginación y trama.

A quienes leyeren lo que a continuación este maletilla de letras se inventa, les propone que descubran el título del libro que, sin querer, dejó en el coche. Para este hombre, luego será un honor que le acusen de plagiar al escritor, a quien no cita para alimentar más el suspense, y sobre todo, para evitar comparaciones que no vienen a cuento:

Marien, aturdida y confusa por tener su corazón entre dos hombres dividido, no aguanta estarse quieta. Si quiere calmarse deberá ocuparse en algo: regar las flores del jardín, salir a dar una vuelta, ordenar el sótano. El silencio de las cosas, la inercia de sus movimientos, la tranquilidad del ambiente destapan con más furia su lucha interior. Ella no quiere que las dudas acaben con su dignidad y entereza. Sus nervios no la dejan hacer nada. Se sienta junto a la ventana del salón. El frío de la mañana, -cuatro bajo cero- perfora sus pensamientos con persistencia y furor. El ocio la inquieta aún más. Ahora, abandona el sillón. Enciende la chimenea, saca el canasto de los hilos. Y al fin se decide por tejer el aushnka que tiene a medio, sin saber si regalárselo luego, una vez terminado, a Marcial, o tal vez ¿este gorro será para Virgilio?

La labor no le relaja. Su cabeza sigue dando vueltas como una montaña rusa. Tiene la sensación de ser un monstruo con dos corazones, como la mujer de las dos cabezas del circo al que su padre la llevó de pequeña. ¿De cuál de las dos cabezas emanaría el aleteo de los párpados, el ajetreo de las manos, el pulso de las venas, el estiramiento de los músculos, la sed, el sueño, los amores de aquel híbrido de la naturaleza? La femme à deux tête ¿reiría con una de sus bocas? ¿con la otra boca lloraría? ¿o acaso esta mujer pudiera reír y llorar al mismo tiempo? ¿o enamorarse de dos hombre sin que su corazón se resquebrajara?

Marien, de niña, consideró una suerte que una misma mujer llevara dos peinados diferentes, pudiera decir sí y no al mismo hombre, mirar al sur y al norte sin mover los pies de su sitio. Expresar emociones contrapuestas, pensamientos distintos, sin duda, son una gran ventaja. Marien ahora sin embargo lamenta la desgracia de tener un sólo corazón para dos hombres. Mientras teje el aushnka, el recuerdo de los ojos gozosos de Virgilio alegran a Marien. En cambio, la imagen del semblante lastimoso de Marcial allá en la guerra la entristecen. Y estos dos sentimientos incompatibles la torturan por dentro. ¡Ojalá ella pudiera tener dos corazones como la mujer de las dos cabezas¡
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