domingo, 2 de marzo de 2008

Las cosas por su nombre



El mismo poeta (*) que quiso morirse de otra muerte y al que le gustaba que otros ojos futuros lo soñaran dijo también que el mejor poema está en lo no dicho.

Tal vez por eso yo no escriba en verso que a mí me gusta llamar a las cosas por su nombre; pero son muy putas las palabras, nunca me hacen caso. Y si por casualidad alguna vez dijeron lo que pienso, fue cursilería mi facundia, más presumida y malograda que un ataúd de serpentinas festejadas. Las palabras se mueren cuando intento abrir lo que llevan dentro, tinajas rotas en las que no reverbera el eco.

Cuando yo te digo por ejemplo esta mañana al verte tan azul y transparente: “te quiero”, me sacas la lengua, te burlas de mi pensamiento y no te crees lo mucho que te quiero.

Son mis palabras pájaros sueltos que se escapan de mis manos y al momento sus alas desnudas, aire de espuma roto en mil pedazos, ya no las veo.

(*) Octavio Paz