Una persona sin amor es como un buey sin alas.(Opekú)
El joven, no correspondido por su Beatriz del alma, piensa que su amor está por encima del objeto de su deseo. O por debajo. O tal vez, en ningún sitio. El amor como belleza suprema es imposible. Como imposible es la felicidad plena. Según el principio de la multiplicidad infinita, nunca, mientras dispongamos de un corazón cronometrado, podremos dar al amor alcance. Por mucho que contemos, nunca dejaremos de contar. No existe el último número en la lista infinita de los números.
El amor para el joven despechado era como esa corriente del agua que se le escapó en aquella antigua mañana gris frente a los molinos del río, como esa sombra que corre delante de nosotros, sin dejarse atrapar. La imposibilidad del amor responde a la propia naturaleza del amor mismo, a la hermosura suprema de su deidad idealizada. Cuanto más bella sea la persona amada, mayor es la distancia que nos separa de ella. El amor perfecto e incorruptible es una búsqueda inútil.
Desengáñate, muchacho. El amor absoluto no existe, como no existió Dulcinea, como tampoco existen los bueyes con alas, como tampoco, los sueños con patas; pues son nubes, y como el aire y el fluir interminable del río, de coger nunca se dejan.
El amor para el joven despechado era como esa corriente del agua que se le escapó en aquella antigua mañana gris frente a los molinos del río, como esa sombra que corre delante de nosotros, sin dejarse atrapar. La imposibilidad del amor responde a la propia naturaleza del amor mismo, a la hermosura suprema de su deidad idealizada. Cuanto más bella sea la persona amada, mayor es la distancia que nos separa de ella. El amor perfecto e incorruptible es una búsqueda inútil.
Desengáñate, muchacho. El amor absoluto no existe, como no existió Dulcinea, como tampoco existen los bueyes con alas, como tampoco, los sueños con patas; pues son nubes, y como el aire y el fluir interminable del río, de coger nunca se dejan.
Aquella mañana en las aguas mansas del río se reflejaba la catedral y su torre. De pronto un joven vio que la torre se perdía tras el puente nuevo. Aturdido se arrojó al río para rescatar la falsa idea que en su platónica cabeza le atormentaba.
Horas más tarde, buzos del Servicio de Salvamento del Ayuntamiento de Murcia encontrarían en el cauce del río el cuerpo sin vida de un joven no identificado. A día de hoy aún se desconocen las causas. Pero yo bien sé que murió de amores.
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