viernes, 3 de junio de 2022

Ni una más


Desde aquel día, siendo yo apenas una niña, en el que un malnacido me rompiera la cabeza con sus puños violadores, no he derramado ni una sola lágrima. Tras tanto llanto por haber sido ultrajada por aquel hijo puta, mis lagrimales quedaron sin pena y sin agua. Y tanto tardó el practicante en coserme aquella herida, que a mi alma tiempo le dio para escaparse del cuerpo por aquel maldito agujero. A partir de entonces, cuando a mi lado alguien se quejaba por cualquier cosa, ya no sentía nada. Ni yo misma notaba dolor alguno por mi preñez forzada. Me pasó lo mismo que a esos soldados que, al volver de la guerra, tanta muerte y horrores vieron, oyeron y padecieron, que sus ojos y sus oídos quedaron sordos, ciegos, insensibles y vacíos. La fuente de mis afectos, (mi alma en este caso), rota quedó para siempre. La crueldad y la insensibilidad vinieron a formar parte habitual de mi conducta. Pues nadie en su sano juicio haría lo que yo hice, cuando di a luz al bebé fruto de aquella violación. Cubrí su diminuto cuerpo inocente con una toalla, hasta dejar de oír su respiración. Luego cuando en el juicio me condenaron a veinte años de prisión tampoco sentí nada. ¿Qué podía sentir una niña como yo a quien le quitaron un día el alma de una puñalada?

No hay comentarios:

Publicar un comentario