viernes, 8 de mayo de 2020

Girondeando a Oliverio



¡Qué voluptuosidad de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda y nos hace cosquillas. (Espantapájaros. Oliverio Girondo)

Quisiera ser el llanto del ciprés que con sus alas confundirse quiere con el aire. Pero sólo soy su vuelo anclado, enterrado y prisionero.

Si yo fuera ese gato feliz y despatarrado al sol del mediodía, ¡qué feliz me sentiría!

Me llenaría de orgullo ser el caraqueo de la gallina que acaba de poner un huevo.

¡Ay cuánto desearía ser el canto de la chicharra que seduce al verano! Hasta me encantaría ser el rebuzno desenfadado de un asno.

Ser la fascinación enigmática de la sombra sonrojada del granado, preludio de luz que encandilara y me difuminara por entero.

Si lograra identificarme con la risa de la sierra que poda la olivera milenaria, los huesos de las ramas de mi cuerpo llorarían de descarga y alegría.

Si yo fuera Kafka también me convertiría, no en un escarabajo pelotero, sino en su muñeca encontrada, desaparecida de tan apetecida.

Más me duele a mí no ser tierra, monte y agua, que a Proust verse privado de la magdalena de sus recuerdos de niño.

Y cuando la noche asoma sus orejas por los cuernos de la luna, no soy yo el lobo que aúlla, tan sólo soy un niño que tiene miedo...

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