jueves, 16 de abril de 2020

Las heces de mis sentimientos






Esta madrugada he visto al padre de todos los gusanos devorar a sus hijos. El dios de los días no quería que unos vástagos robaran el trono de su vida. Y al contemplar el sanguinolento gesto de Cronos destruir con sus dientes y babas, con la gula de sus ojos desorbitados, la ternura del alba, he querido llorar la muerte de la inocencia de tantos viejos muertos antes de tiempo.

Y mientras hago poesía con virus tan siniestros, me siento un indeseable, por convertir el dolor ajeno en prosaico deleite literario.

Y tal ha sido mi espanto y repudio a tan morbosa monstruosidad, que he querido llorar; pero las lágrimas me han sido denegadas. Y su privación ha intensificado aún más mi aflicción. El llanto no es tristeza, sino su mejor alivio, -escuché un día de la boca reverberada de la doctora de Ávila. Y me he sentido confundido por no entender el sentido de las palabras de Teresa de Cepeda. Y a la vez, también culpable y angustiado por no poder lavar con el licor balsámico del llanto las heces de mis sentimientos.

No soy yo el que está triste y deshambreado esta mañana, son los hijos de Saturno, injusta e inútilmente engullidos, los que con su bondad me tienen alocado y compungido.

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