viernes, 18 de octubre de 2013

El espejo de mi yo desvelado




Un frío espantoso. El cielo está gris lo que llevamos de semana. Llovizna por nada. Las nubes escupen bilis a cada momento. Maldita la Azulada de mis amores. En este pueblo se me encoge el alma. Las gafas empañadas por el frío no me dejan ver lo que escribo, ni releer lo que pienso. Pienso el tiempo que me queda estar aquí y me siento náufrago, sin poder nunca tocar la tierra de tu cuerpo. Azulada es un torreón de calles cruzadas, laberintos entramados que entaponan la salida. Azulada es una trampa, sus calles paralelas, calles electrizadas que me hacen caminar envarado, acosado, intimidado, cauto siempre ante el chispazo de cualquier improperio inesperado. 

Es muy triste no tenerte aquí a mi lado y no poder abrirte el alma. El hombre, la mujer, todos necesitamos un confidente en el que abocar sin pudor, tranquilos el saco de nuestro secreto. Es hermoso poder hablar de igual a igual, simpatizar, discutir en la confianza de ser cómplice sin temor a la traición. Toda persona necesita de otra para desvelar su yo. Azulada por su estructura atrincherada, por sus tambores de reyerta, sus punchas altivas, sus arcabuces defensivos no es caldo fácil para la intimidad. En este pueblo la gente habla, pero no escucha. En este pueblo sus habitantes son tan inteligentes que sus competitivas neuronas no entienden de compasión. Aquí me siento desplazado. Solo me desahogo en tus sueños, en mi inconsciencia, cuando duermo. En cuanto abre el día sus puertas a la realidad luchadora de la vida, las ventanas de la franqueza se cierran bloqueadas como las compuertas de un pantano.

Nunca como ahora he llevado la cuenta del tiempo vivido. Añoro los días que me quedan para verte como barrenero que espera salir de la mina. Encima de la mesa tengo la foto de tu cara que me regalaste. No paro de mirarte. Y también tengo un calendario de esos que se posan con sus patas de papel abiertas. Todas las mañanas cuando amanezco tacho con rotulador el día. En la contraportada de este alamanaque, la frase de Machado: Si vivir es bueno, es mejor soñar y, mejor, madre, es despertar. Aquí en Azulada la gente ni sueña, ni duerme, ni vive, se desvive tan solo. Arresto, exilio, celada, calabozo son las hojas de este calendario. Me veo aquí encerrado en las trincheras de mi propio pueblo.

La helada habitación donde duermo me hace estornudar nada más levantarme. Los estornudos son la manera como nuestro interior se resiste, rechaza, siente asco hacia algo que le repugna. Ayer, como todos los lunes, nada más avistar la hondonada de mi pueblo, una vez pasado los montes de la Magdalena, empecé a estornudar hasta más de un millón de veces. Exactamente igual me ocurre esta mañana, ya llevo tres pañuelos mojados. En todos los sitios donde he estado a lo largo de mis sucesivas estancias por lugares extraños, siempre encontré un alma con quien compartir los desajustes de mi adaptación. Pero entonces yo aún no te conocía.

Aquí en Azulada no sólo no encuentro al niño que perdí, sino que incluso voy a perder al adulto que traje. No tengo a nadie con quien contrarrestar mi identidad. Estoy perdido en la infinitud donde no es posible discernir un objeto por contraste. La sola presencia de uno no demuestra ante nadie su existencia. El monolito egoísta de nuestra visión autocomplaciente, si no es avistado por alguien, nos hunde aún más, como a Narciso, en el lago de nuestro propio naufragio. Nadie refleja y proyecta las ondas o partículas de su propia luz sobre sus propios ojos. Sólo el otro, sólo tú, eres capaz de devolverme la vida. Y si tu no estás, ni siquiera habré nacido.

¡Ojalá Azulada fuese el espejo de mi yo desvelado! Es tu ausencia la que borra mi existencia. Y de ahí la manía de mirarme a todas horas en el retrato que me diste. Y de odiar al pueblo que se interpone como un cuchillo entre nosotros.




1 comentario:


  1. Azulada se nos presenta como una cárcel del alma. Hay que escapar. La libertad es una decisión.

    · saludos

    · CR · & · LMA ·


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