viernes, 21 de diciembre de 2012

Molínea 33, gracias




La noche antes de que se acabara el mundo, no elegí mejor asunto para olvidarme de lo que pudiera caer sobre mi cabeza sentenciada (según el calendario Maya), que ir a la Presentación de Molínea 33.

Desde el sillon verde, sordo y mustio de las Tertulias del casino de Molina, una estrella luminosa, animosa y concurrida, se abría paso entre las nebulosas de mi mente atormentada, presta a proclamar la Nueva Mala de nuestros horas contadas. Perdón por tanta cacofonía.

El buen rollo, la presentación de López Conesa, la lectura participativa de los escritores de la revista, los comentarios lúcidos de los asistentes, la comunicación, el debate ágil, espontáneo, apasionado y sincero, los poemas allí cantados, pronto hicieron olvidarme del determinismo caprichoso de equinocios y solsticios cual dados jugando viciosos al póquer del tiempo y del espacio caducado.

Terminada la Presentación, regreso a casa, de nuevo con la espada del apocalipsis sobre mis miedos renacidos. Sin el caldo con pelotas, sin el alboroque prometido. Tardé en dormirme, como cuando era niño, y la noche con sus dientes afilados, me robaba el sueño.

Pero esta mañana al levantarme y no ver soles ni planetas apuñalados por el suelo, ni torres gemelas derruidas, he dado las gracias al Colectivo de poetas y cuentistas de Molínea, que con su arte y escritura, contra las falsas profecías, me devolvieron anoche la vida.

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