domingo, 14 de octubre de 2012

Tres por dos seis



Son las ocho y media de la mañana. Aguardo en la sala de endocrinología. 
Falta sólo un cuarto de hora para que aparezca “3x2”. Leo El mundo“Un fiscal pide cuatro años de cárcel a un inmigrante por robarle 20 euros a un obispo”. Más que nerviosa, estoy confusa. Dejo la lectura, pero no el periódico, que lo mantengo visible por su cabecera para que se vea el “SEIS” bien grande que he escrito con rotulador dentro de un círculo rojo.

Por supuesto no soy diabética. El que yo esté ahora en este hospital se debe a un plan orquestado por mi amante cibernético. Suya fue la idea de que nos viéramos aquí en este lugar tan fashion en el que los pacientes, preocupados por su enfermedad, ignoran al vecino que tienen enfrente.

Respiro hondo, desde el estómago. El “SEIS” soy yo. Y “3x2” es el nick del hombre con el que he quedado. Nos conocemos desde hace dos años. Accidentalmente coincidimos en un foro de aficionados a los bonsáis. Muy pronto dejamos de intercambiar experiencias de especies botánicas en miniatura, para adentrarnos en la inmensidad de nuestra propia y particular especie.

Nunca nos hemos visto cara a cara. Pero nos conocemos como la palma de la mano. He contado mil veces lo lunares de su espalda. Sé del lado que duerme, de qué color son las cortinas de su cuarto. Y él sabe por supuesto lo del puente de mis muelas postizas, y esa mi tonta manía de llevar siempre en el bolso una piedra de amatista.

De joven, tuve muy claro que la primera llamada del amor era la carne. Primero el orgasmo genital, y tras la liberación de la energía sexual reprimida, vendría la plenitud de los espíritus compartidos. Pero desde que empecé a chatear durante más de cuatro horas diarias con “3x2”, ya no pienso lo mismo. Ahora creo que a la pasión precede la figuración. Y es más fuerte la idea que tengo de “3x2” (sin tenerlo físicamente delante) que pueda ser el roce húmedo de sus dedos, con los míos titubeantes. La realidad emborrona las esencias.

Falta sólo un minuto para encontrarme con “3x2”. Ya lo veo entrar. Antes de que me descubra, soy yo la que me abalanzo a sus brazos. Y en el momento que sus labios de carne me besan es cuando mis dudas aumentan. No sé si son más fuertes y duraderos los amores abstractos, que los de carne y hueso. Más se parece “3x2” a la copia que yo guardo de él en el open office de Mis documentos, que a su propio original.

Y aquellas estrellas encendidas que, sentada delante de mi ordenador, yo siempre veía sobre su cabeza de pixeles de plata, se me apagan ahora de golpe. Y me marcho sin venir a cuento. No sin antes decirle:
Más gozo yo en el lienzo informe de nuestras imágenes digitales. Mi querido "2x3", si queremos seguir queriéndonos, debemos permanecer en el anonimato de nuestros dígitos enamorados. Es la única forma para que no acabemos separados.  

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