No me cerréis los ojos,
os pido cuando yo muera,
que quiero seguir mirando
el nogal y la palmera.
Y si mi boca callara
desencajada de espanto,
dejarla que diga al menos
a qué huelen los naranjos.
No me quitéis los zapatos
al llegar al camposanto,
por si mis pies algún día
volvieran por estos pagos.
Y mis manos, os suplico,
no las coloquéis sumisas
sobre mi pecho abatido.
Morir quisiera empuñando
el sueño de haber vivido.
Es precioso este poema, me has recordado a M.Herández y A.Machado...
ResponderEliminarTambién eres poeta, lo haces muy bien...
No me olvido de ti y te he visto por ahí en los vídeos leyendo...Me gustaría haber estado...Pero tengo a mi madre pachucha y no tengo demasiado tiempo...
Besicos.
Precioso, Si Machado viviera, te lo fusila. Pero no te pongas tetrico...todavia. Un abrazo
ResponderEliminarGenio y figura hasta la sepul-
ResponderEliminartura.
Un abrazo