Si Zapatero antes de cambiar de rumbo, si antes de ceder a las presiones que desde el eje de las finanzas le hicieron allá en Nueva York, hubiera dimitido, tal vez pasaría a la historia como un prohombre del socialismo. Pero por encima de su gloria, optó por el pragmatismo como corresponde a un político, y no a un idealista. Y ya sabemos de las desavenencias conyugales entre poesía y política, utopía y empresa. Que sé yo de revoluciones altruistas que mutaron en dictaduras, y de célebres de la cultura que fueron ministros y acabaron apedreados. Mi derrota y mi dolor siempre ha sido no ver en la Moncloa a Praxis y Poiesis, las dos juntas, la cuadratura del círculo. Aunque bien mirado, mejor, para que así el sueño no derive en pesadilla.
Y al hilo de la relación entre literatura y política, me pregunto ¿Por qué en estos tiempos que pintan bastos, los escritores (y otras especies hoy sobre todo en repoblación florida después de la victoria del Partido Popular) en su mayoría son maestros en nadar y guardar la ropa, de hacer leña del árbol caído, de apoltronarse más allá del bien y del mal como si fueran la máquina de la verdad de Paul, aquel pulpo de los Mundiales que nunca perdió una apuesta? Tal vez la complejidad del momento, la poca confianza en el futuro, la misma crisis que encenaga nuestras alas, agujerea nuestros ojos con el plomo del agua pesada, doblegue e impida tomar altura a la paloma de los sueños.
Recuerdo otros momentos de nuestra historia convulsa que artistas de altura no se lo pensaron dos veces, y se comprometieron hasta las cejas con la izquierda republicana de su tiempo. No sé si las diferencias por aquel entonces entre Facismo y Socialismo estaban tan confusas o claras como hoy lo está la encrucijada a la que nos enfrentamos: echar por la senda atrevida del poder civil, o por los caminos de hierro de la supremacía financiera. Con todo, sin hacer o haciendo comparaciones con la inteligencia actual, hay que reconocer el atrevimiento y la causa de aquellos viejos brigadistas por el socialismo en su conjunto.
Sí, ya sé eso de que hay que mirar para adelante, que la ética y la estética no siempre andan avenidas. Competencias repartidas, divididas. Unos cardan la lana y otros se llevan la fama. Los de letras predican, crean tendencia y arte, y los del campo las pasan canutas, y le dan a la azada. Hay que ser muy diestros y sibilinos para saber andar al mismo tiempo por caminos distintos. O tal vez yo sea un ingenuo, un romántico que cree en la conciencia una e indivisible, y no en el individuo como paradigma troceado a base de dicotomías y contrastes compartidos.
Y repito: al igual que la nostalgia, yo siempre acabo perdiendo, a pesar de las advertencias de Celine :
Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto, cuando los grandes de este mundo empiezan a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón.
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