
Un par de aviones vuelan a baja altura la zona empobrecida y caótica. No son bombas de metrallas lo que escupen sus turbinas, sino octavillas que dicen a los habitantes que desalojen la zona por la seguridad de sus vidas. ¡Buenecito mi patrón!
La población corre atemorizada hacia los pasos fronterizos para escapar de los bombardeos que presiente tras propaganda tan criminal como hipócrita.
Y los que ahora piden que se despeje la zona para evitar daños colaterales y que ayer concedieron una tregua para preparar y perpetuar mejor la masacre, son los mismos dueños de los carros de combates que de antemano se aseguraron de cerrar bien las puertas. Salida sin escapatoria. Una encerrona.
Y luego está la ironía y el esperpento de las bromas de Gila que parodia con la tregua como si la guerra fuera un chiste. Y me doy cuenta de lo estrambótico y la barbarie de este asedio en un día como hoy en que unos niños fueron a la escuela para aprender a ser personas y se encontraron con la fatalidad de la muerte por las esquirlas de los proyectiles del enemigo.
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