
Escribo para interpelarte, desenmascarar, interpelarte, para deshacer tus mentiras con el salfumán de mis letras cansadas. Con el sarmiento de mis dedos mutilados quisiera remover tu vergüenza, decirte que tu hostilidad es tu miedo, tu antiguo horror sufrido.
De aquel genocidio hace ya un montón de años. Y tiempo para saldar tanta afrenta ya hubo demasiado. Taliones y Venganzas. Desproporción y Juicio.
Después de oír áquellos versos cargados de futuro del poeta, creí que las palabras, una resolución escrita de la Onu bastaría para detener tu barbarie; pero veo que lo bombardeos no cesan y sigues en contra de todo el mundo, altiva como una belicosa tortuga mordedora, escondida en el caparazón de tus complejos engreídos.
Si mis palabras en lugar de ser teclas de plástico duro con las que cubro mi dolor negro, fueran velas blanca que desplegaran translúcido mi deseo, tal vez pudieras ver aquella paloma de reluciente olivo ... Pero cada vez más me convenzo que escribirte es un tópico que no asusta al dios de las tormentas, ni a la culebra del desierto su fanática creyente de mandamientos de roca, sin corazón y endurecida.
Con todo no quiero perder la esperanza. Y escribo para desnudarte. Y quisera que tu pudor vencido te despelotara, victoriana tortuga inhóspita, y que aprendieras de una puñetera vez que los animales no son hostiles, sólo peligrosos si su camada está en peligro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario