
Hay cosas que sólo se pueden llevar a cabo desde una determinada postura. Por ejemplo, nadie se comerá un bocadillo de calamares, si previamente no abre la boca. O desde un particular enclave: si quieres nadar tendrás que hacerlo en el mar, en el río o en la piscina del vecino. Porque tú no tienes por supuesto. Y es que ciertas tareas precisan de una localización previa: si sales de tu casa, tendrá que estar primero en ella.
Es la ventaja que tiene el escribir que puedes hacerlo en cualquier sitio: dentro, fuera, aquí, allá, en el rincón más impensable, o si no que se lo digan a Cicerón que escribió sus Catilinarias en una letrina.
La escritura como el pensamiento es polifacética, ubicua y pluriforme. Se viste con cualquier atuendo o atisbo de idea, sea ésta oportuna o desvariada, o no lo sea. Que para escribir tampoco se necesita cabeza. Hay quienes garabatean con el culo. El escribir como el pensar puede hacerse en prono o en supino, en el metro, en el jardín, en la espera del podólogo y hasta en la puerta de una iglesia. Los falangistas por sus caídos embadurnaron las fachadas de los templos de flechas y oraciones hasta el campanario. A los del otro bando le dieron morcilla. Pero ese es otro cantar que ni tatarearse puede en cualquier foro.
¿Y a qué viene mi obsesión por el contexto localista del escritor omnipresente y contumaz? Sencillamente, lector que no tienes piscina, a ti me dirijo hoy en pleno invierno, y si me aciertas desde donde escribo bagatela tan carente de ingenio, te regalo la pluma.
Confieso que la bagatela no fue tal, sino un rompecabezas de media tarde que fui incapaz de resolver, y si lo hice me lo guardé por pudor.
ResponderEliminarGracias por merodear por mi rincón.
Un abrazo
Edu
PD Esperaremos pacientes la respuesta.