
Ese día nada más amanecer toda la población se dio cuenta de que la Navidad no estaba en el calendario. Los relojes, las agendas, los artilugios de medir el tiempo, el almanaque zaragozano, el republicano, el gregoriano, todos habían puenteado la Navidad.
Las denuncias estrangularían el funcionamiento de la ciudad. La vida de los ciudadanos quedó noqueada. Por la borda los sueños de casi todo un año.
Los manifestantes se abalanzaban contra la sede del Gobierno al grito de “herejes, fascistas, la navidad, invicta”. Exigían del ejecutivo responsabilidades por haberles escamoteado el 25 de diciembre. Nadie creyó en las palabras del Presidente de que todo se debía a un error informático.
Por fin ciudadanos y mandamases llegaron a un acuerdo. El nombramiento de un Alto Comisionado de Expertos esclarecería las verdaderas causas del requisamiento de la Navidad.
Al cabo de tres meses esta fue la resolución del Alto Comisionado:
“Nuestro planeta ha llegado al punto omega de su desarrollo sostenible, padece colapso cósmico. Para asegurar su supervivencia la Tierra tiene un dispositivo de defensa en el interior de su infraestructura atómica, una especie de esponja reductora que le permite inhibirse ante el sol. Y ha sido este automatismo de ahorro y absorción lumínico el responsable de engullirse a la navidad pasada para poder así seguir vivo el Planeta, por lo menos hasta el año que viene.”
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