
(La lluvia deja en Coslada una mujer muerta)
Las nubes anoche ladraron zarpazos encendidos de truenos. Culebrinas peinaban de plomo el cielo engreñado. Tejados y carreteras por chuzos de punta derribados. Casi cuatrocientos litros de agua por metro enlagunaron la calle, desenfrenada avenida de aluviones y trombas.
Por la mañana las nubes se fueron. Menos una, que se quedó agazapada, amansada en forma de ola quieta, encerrada dentro de una humilde casa. Quería pedir perdón la nube a la familia por los destrozos. El agua alcanzaba ya el metro y medio, por encima de las llaves de la luz. Una madre, Paqui, decide entonces abrir la puerta para salvar a sus hijos. Y la corriente generada arrastra a la mujer a la calle que se la lleva por delante hasta morir ahogada.
Luego la nube asustada se va lejos al mar y allí, en la bahía hirviente, apaga su rabia, llora su furia. Carbones encendidos vomitan espumarajos. Maldice y se arrepiente la nube de ser tan desinhibida y cruel. Y las lágrimas del mar suben ahora hasta cubrir los bancos del paseo.
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