martes, 5 de agosto de 2008

Password del alma



'En el mundo actual se está invirtiendo
cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina
y silicona para mujeres que en la cura del Alzheimer.
De aquí en algunos años tendremos viejas de tetas
grandes y viejos con pene duro, pero ninguno de ellos
se acordará para que sirven'.
Podré trasplantarme el hígado.

Colmaré mi cuerpo con un trasvase de feromonas hasta convertir los humores de mis venas en amazonas de viagra.

Horadaré de aros infinitos el lóbulo de mis orejas.

Me depilaré las cejas hasta que mi frente, mi pecho, mis ingles sean como un bancal recién segado de alfalfa blanca.

Pintaré en mi espalda los trescientos saltos de las cataratas del Iguazú, y no me reconocerá ni el “canelo” del perro.

Engañaré al inspector Colombo con un injerto de huellas digitales extraidas de los biceps del mismísimo Schwarzenegger.

Podré incluso convertirme en el humo de la lámpara de Aladino.

Pero nunca conseguiré borrar el password del alma, esos dígitos que reaparecen con más virulencia cada vez que me olvido de ellos.

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