
El poeta sale del Corte Inglés cargado de deudas hasta las cejas. Y exclama con soliloquiado ritmo:
“¡Ay mísero de mí, ay infelice,A todo esto un muchacho de demacrado aspecto, entre utópico y desvelado aborda al vate. El poeta deduce que se trata de un clásico indigente con hippies rizos de filosofía fácil que, para bien cumplir su menester, avizor se planta en púlpitos álgidos de la ciudad.
olvidado yo había
nuestra crisis de narices!”
“También pudo haber elegido la salida de una iglesia, o tocar la flauta a la puerta de un cajero automático, modos y puntos todos ellos muy calientes y estratégicos donde la conciencia urbana es pródiga y más sensible a la compasión humana -añade para su coleto el poeta de acento calderoniano”.
El vate como corresponde a buen poético, espléndido y desinteresado no formula juicios vanos e hipócritas increpaciones teñidas de moralina o sociología barata. Echa mano a su bolsillo para darle unas monedas, si las hay, a quien toma por mendigo. Y el muchacho más animado y pragmático por fin puede expresarse a sus anchas.
“Que no, señor, que yo no busco caridad. Tan sólo quiero que me diga:
“¿Para qué sirven los poetas en tiempos de penuria?”Sorprendido el emulador de la "Vida es sueño" por las palabras del mismo Hölderlin en persona, entre avergonzado y honrado no tarda en responder al autor de "Hyperion":
"Ni en días de vacas gordas los poetas dan un palo al agua. Pero el poema bien debiera poner el dedo en la llaga y ser el llanto de aquellos que sufren la bancarrota."
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