miércoles, 23 de julio de 2008

Mi casa es el mundo



Mi querido Blao, entiéndame bien. Cuando le digo que dentro de mi se encuentra el universo entero, no estoy presumiendo de avaricia cósmica, y menos de humanidad, tampoco de pedantería vacacional. Simplemente le digo que no necesito viajar al culo del mundo para contemplar la última celebridad decretada por la dirección general de turismo.

Que desde el rincón de la hierba buena y la madre selva, donde cada día pongo a orear el costal de mis huesos, este pellejo de sudor y barro, veo el valle de los dioses y los jardines colgantes de la babilonia celeste. Desde este pequeño lugar quebrado y perdido contemplo los trescientos sesenta ángulos posibles de la naturaleza entera.

Mi querido amigo, que no necesito visitar el Louvre para abrazar la belleza esculpida en la Venus de Milo. Tampoco tengo que desplazarme al Machu Picchu para sentir la divina trascendencia en el colesterol de mis venas henchidas. Que yo esta mañana he visto en la sencilla sublimidad de este cactus florecido las siete maravillas del mundo en la puerta de mi casa de adobe y caña.

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