viernes, 7 de marzo de 2008

En el jardín de las formalidades



Prometí no abrir la boca en esta campaña electoral en la que unos y otros se arrempujan por llegar los primeros al escaño, a la silla de la burra del poder. Y que me perdone este animal tan diligente por comparar el sencillo lomo de su asiento con el empaque leonino del Palacio de las Cortes.

Y es que mi vena libertaria me dice que éstos y los de más allá tienen por vicio instalarse en el jardín de las formalidades, autocomplacencia engañosa que se recluye alejada del latido de la calle. No me apetecía escuchar soflamas: “esfuerzo, mérito, trabajo, orden y control, somos más, vamos a ganar …”, virtudes capitalistas al servicio de una programación mercantilista que lo mismo te compra el voto que te diseña el logotipo de una multinacional cualquiera.

Por otro lado pienso que este mi abstencionismo ideológico es tan poco consistente como el politicismo mecanicista contra el que me encambrono. No hay mayor énfasis político que aquel que presume de abstinencia partidaria. Y es que el zon politikon de Aristóteles lo llevo cosido a la carne. Nadie que se sienta humano puede desentenderse de un cara a cara en el que la libertad está en juego. Hay que frenar a quienes mezquinamente confunden libertad con individualismo y quieren montarse a costa de todo sobre el lomo de los ciudadanos. Hay que votar para que jinetes de espuela y fusta no se suban a la burra, que la pobre está cansada de cargar sobre su grupa egoísmo, corrupción, privilegios y vesania.

Y aunque suenen rancias y genéricas estas palabras de Bakunin no está de más escucharlas sobre todo en estos días en que algunos amañan la libertad a sus anchas como el agua a sus sardinas:
“Yo entiendo esta libertad como algo que, lejos de ser un límite para la libertad del otro, encuentra, por el contrario, en esa libertad del otro su confirmación y su extensión al infinito; la libertad limitada de cada uno por la libertad de todos, la libertad por la solidaridad, la libertad en la igualdad; la libertad que triunfa de la fuerza bruta y del principio de autoridad, que no fue nunca más que la expresión ideal de esta fuerza... Yo soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esta igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, así como la prosperidad de las naciones no serán nunca nada más que mentiras.”