jueves, 13 de marzo de 2008

Criando malvas



Manuel y Manolita son muy mayores. Viven en la calle Las Malvas número siete de las Casas Baratas. Por la mañana los dos cogiditos de la mano acostumbran a dar un paseo por las calles del barrio. El hombre sentado en un banco del jardín se entretiene en desmenuzar para las palomas el pan que les sobró del día anterior, mientras Manolita en la plaza de abastos compra galletas, medio kilo de arroz y un bote de bicarbonato para la acidez de Manuel.

Todos, la panadera, Pepe el de la pescadería y el mozo del bar saludan a este par de viejecitos con amabilidad y respeto. Y es que los vecinos con sus buenos días agradecen a este venerable matrimonio la seguridad y confianza que con su tranquila estampa le dan al vecindario.

Manuel hace días que no acompaña a su mujer. Todos en el barrio preguntan a Manolita por Manuel:

“Se ha quedado en la casa durmiendo a pata suelta.”

Y así un día y otro. Los vecinos ya no ven a Manuel en el parque, tampoco oyen el alegre zurear de las aves.

Y de nuevo dicen a Manolita.

“¿Y cómo sigue el señor Manuel?”

Manolita cada vez más indiferente y distante responde a los vecinos:

“Hecho un gandul. Allí tumbado en la cama está el Manolo como un tronco.”

Hasta hoy nadie sabe que doña Manolita, enferma de alzhéimer, lleva una semana cuidando de su marido muerto.