
No crean que el huertano que de buena mañana va al "juntamento" es un pobre viejo traumatizado, colgado de estigmas pasados. Que para este pequeño agricultor las hostias de la clandestinidad fueron insignias y las sufrió con honor en favor de las libertades que hoy disfruta junto a lo suyos en un pequeño roal de la Huerta del Llano. Y hoy domingo a su paso por el parque de "La Compañía" luce en su frente estrellas de corresponsabilidad y democracia mientras camina orgulloso a la asamblea del Heradamiento de Regantes a depositar su voto.
Pero al llegar al Instituto del Thader, donde se va a celebrar la reunión, tropieza con las puertas atrincheradas por coches de la policía y guardias de seguridad, que piden pelos y señales a los que quieren saber que pasa con la modernización de sus regadíos de tomates y esperanzas. Y al ver tanta criba y embudo se le cae el tinglado encima.
Y cuando le prohiben el paso por no estar acreditado a pesar de sus callos, su cara arrugada y el bastón en el que de tanto cavar la tierra apoya su cadera lisiada, siente una profunda arcada provocada por las mismas prácticas represoras de antaño. Y maldice a aquellos fantasmas franquistas que hoy de nuevo ve resucitar en una junta directiva que se niega a bajarse del burro, y que se inventa patrañas y subterfugios para no escuchar la voz de este regante de sueños.
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