jueves, 31 de julio de 2025

La quimera del tiempo



El sol era la medida de tus horas. Tu vista respiraba cielo azul y transparente, el nogal y el verde generoso de sus hojas, y el laurel. El aliento de tu vida en aquel bucólico rincón de tu existencia, al cuadrante solar de su itinerario se debía. El sol, empotrado en el reloj de la pared de tu casa, que al sur daba silencioso, era el tic-tac de tu corazón en marcha. El sol se ocultaba plácidamente tras los cipreses pesarosos del atardecer. Y te recreabas con su imagen de fuego, a sabiendas que hacía ya más de diez minutos que el sol allí no estaba. Las estrellas arriba en el firmamento no son tal cual las vemos. Su belleza, como el aroma de una rosa troceada y deslucida, a rancio olía. El tiempo no existía, iba por delante de ti, relativo, convencional, era un fantasma, dulce sombra inmaterial que atrapar no se dejaba. Pero aún así, viviste feliz su espejismo corpóreo y convincente.

Hoy has vuelto a pasar por aquella casa en la que felizmente viviste feliz la mentira de tu vida. Y has visto que los nuevos dueños han destruido tu reloj del sol a martillazos. Y te has sentido triste, como si el gnomon de tu corazón dejara de latir. Nada de lo que antes sucedía jamás tiene lugar ahora.



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