Esta pequeña historia no va de niña transgénero. Es un copia-pega del diario de un maestro, allá por el curso escolar 96-97 del siglo pasado.
No son bordes los niños. Lo que pasa es que sus bocas son puertas sin filtros ni cerraduras, ventanas abiertas en canal, no están entablilladas ni amordazadas por el corsé cultural que normalmente nos oprime a los adultos. A su corta edad no han tenido tiempo para aprender los trucos, tampoco a interiorizar ni poner en práctica los habilidosos resortes utilizados por los mayores para ocultar con palabras lo que verdaderamente sentimos.
Estamos en el recreo. Se me acerca Irene.
Senghor es pobre. –me dice la niña.Irene es una niña tímida, pero también, enredadora. Para que abra la boca hay que llamar a un dentista, pero de los de antes, aquellos que te sacaban las muelas a tirones con tenazas. Por eso la escucho con atención.
Senghor es asqueroso, es negro, -insiste la niña.Los mayores, para ocultar la realidad más evidente y humillar aún más al hijo de la senegalesa, preferimos decir que Senghor es de color. Pero este niño a todas luces no es de color, es negro como el café tostado.
No, Irene, Senghor es negro, lo mismo que tú podrías haber sido amarilla y, no por ello, dejarías de ser tú misma, una niña bondadosa. Ser negro no es ser sucio ni asqueroso. El color negro es el corazón donde la noche amasa la luz del día.
Maestro, este niño come basura. Por eso es negro, come muchas lentejas.
No, Irene. Senghor come de todo. Y como a ti, también le encantan los macarrones al horno, las pizzas y los helados de chocolate.Al hijo de la senegalesa se le dan bastante bien las clases de Educación Física. Los niños juegan ahora al marro pañuelo. Senghor destaca por su gracia, resistencia y elasticidad.
Observo a Irene. La veo frágil y vulnerable, esquinada por sus compañeros. Irene, debido a un cierto debilitamiento muscular congénito, es lenta en sus amagos y carreras. Siente que los demás compañeros la evitan, la desprecian. Por eso ella a veces se comporta de manera cruel y arisca.
Hoy, Irene necesitaba humillar a Senghor, Tonta no es. Tiene que defenderse. Si esta niña se ha servido de la xenofobia y el odio contra su compañero, ha sido para defenderse, para maldecir su minusvalía. Irene ha escogido a Senghor como chivo expiatorio de su propia incapacidad y torpeza. La negra es Irene.
Al salir de clase, me acerco a Irene. Estaba sola y recluida frente al muro del patio que da a la calle. He pasado mi mano suavemente por su limpio cabello. Sin decir nada, le estampo en su frente un limpio y blanco beso.
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