
Nada más terminar de ver aquel vídeo en Youtube cerré el ordenador y me fui a la habitación donde acostumbro a cobijarme en momentos de crispación incontenida. Quería apagar la angustia que el fuego de aquella horrible visión me había causado.
Y corrí al cuarto deprisa como digo, para vomitar en el lavabo aquella impresión tan honda y repulsiva y con tanta aceleración vivida.
Mi madre luego comentó que yo era muy sensible. Recuerdo que dijo exactamente:
"Es muy receptiva, y su capacidad de ensoñación como un castillo. Tal vez somatizara lo que vio."Y al instante replicó el representante de Adda:
"Nada de eso. ¡Ella es la loca! Y si no ¿qué hacen aquí dentro escondidas estas tijeras?"Y cuando el de la Asociación de la Defensa de los Derechos de los Animales sacó de mi costurero aquellas tijeras manchadas de sangre, vi que eran las mismas con las que el joven del vídeo había cortado la cabeza al pobre gorrión.
Mi madre no sabía que decir para exculparme:
"Señor ornitólogo, sería tal el ensimismamiento de mi hija tras el visionado del spot, que no vería como el muchacho, tras subir a Internet su vesania, dejó las tijeras en este cofre para inculpar así a mi pobre niña."
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