
Y fue entonces cuando vi a Dios. Estaba allí de rodillas en la puerta de la catedral de la Almudena. Tenía una mano extendida y su cabeza gacha. Y el ribete de sus uñas, sucias. Miraba el rodapié veteado de palo santo de la cancela sin verlo, con ojos humillados y desiertos. Tal vez le diera vergüenza mirarme a la cara. Que nadie de la noche a la mañana se acostumbra a ser un don nadie, y más si antes fue todo un señor de los cielos y la tierra.
Confieso que soy un presumido paternalista. La humanización del óbolo farisáico. Y antes de socorrer a quien sea, entablo algunas palabras con el menesteroso en cuestión. Y le dije a este Dios fracasado e impotente, al que sólo le bastaba arrastrar el vientre de su alma y ponerse a limpiar con su nívea barriga las manchas de cera pisoteadas que embadurnaban las losas negras del atrio:
"¿Cómo es, mi Dios, que ayer estabas encaramado allá arriba, en el trono del altar mayor, con tu cetro y tu tiara cual divino emperador, y ahora te encuentro aquí postrado como un mendigo pidiendo limosna?"Los dioses, si es que hablan, no lo hacen en nuestro idioma. Y este pordiosero divino a simple vista tampoco me dijo nada. Sólo tras mi insistencia pude comprender lo que con su silencio me dio a entender. Y esto fue lo que me dijo:
“Mi divinidad ha tocado techo. Reboté y vine a caer en el sumidero. Ya no soy Dios; o al menos ese Dios en quien tú creías.”
Empiezo a pensar que no hay nada más Divino que lo humano, ni energía más catalizadora que el Amor. Pero son pocos los que lo creen, por eso ya no existen los milagros.
ResponderEliminarUn abrazo
(maravillas)