viernes, 17 de abril de 2009

De senectute



La repentina lluvia de la tarde, inesperada y fugaz, sobre las calles de tierra, el cauce seco, la abulia de esperanzas aún por ver, muestran el óxido del recuerdo tras el descascarillado de una vieja pared de cal y adobes.

Y luego el ajetreo de la vida tras el rastro de un bullicio, niños con aros de alambre y una niña con su muñeca de trapo, dejó un reguero de estrellas chispeantes que aún encienden por momentos el robín de sus memorias cenicientas.

Eran sus patrias la infancia. Y el olor a rastrojos de paja seca humedecidos por la escasez del agua dejó en sus bocas el dulce y breve sabor de un resplandor vivido muy deprisa. Testigos de un relámpago apagado. Que la vejez y la niñez son extremos que se tocan sin tiempo apenas para ser tocados.

1 comentario:

  1. ¿Qué significan las palabras? Eso depende de quien las dice.
    Tus palabras, Blao, son un canto de dolor a veces, también de denuncia... Otras, un hinmo a la vida, pero siempre son claras, robustas, palabras que despiertan la conciencia dormida de las palabras. Palabras que echan raíces en el alma, que no se las lleva el viento, con la primera brisa de la tarde. En el otoño de la vida las palabras nos sonrien, como blancas mariposas, Juan. Y con estas palabras, rescatadas de algunos versos por mi escritos, un millón de besos, con todas las estrellas que te mereces.

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