miércoles, 1 de abril de 2009

No hay que dejar de remar



Tu consejo de que no me obsesionara con la muerte no me convenció del todo.

Me dijiste:
“Pareces un cuervo merodeando alrededor de tu tumba. Tu vida se alimenta de tu cuerpo caducado. Y raudo se encumbra tu pesimismo a las montañas donde te recreas con un horizonte postrero a tus espaldas colgado. Poeta de elegías y necrofilias, si te dieran a elegir un lugar en el camino donde colocar tu muerte, la pondrías como tierra quemada delante de tus ojos ahumados. Te alimentas de un deseo consumido. Te veo viejo, rendido, y en lugar de mirar hacia adelante, añoras tu tiempo gastado.”
Yo te repliqué:
“¡Dejemos que sean los jóvenes!”
Y añadiste:
“No escondas tu cobardía con generosidad tan hipócrita."
Y me defendí con mi frase preferida:
“La muerte es la conciencia de la vida.”
Y me contestaste:
“Otro absolutismo más de los que no resuelven nada. La muerte es la muerte. No es nada. El tiempo se vive. Y para llegar a la otra orilla no hay que dejar de remar."

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