
Si comparamos el sudor del picapedrero que al pie de la montaña se deshidrata por su puto jornal escaso, o incluso los agobios de quien no tiene trabajo, con la reposada tarea del escribir, la ventaja es abultada sobre todo para el “triste diarista” al decir de Larra, que a la sombra boba sobrevive con sus crónicas y se siente feliz de ser leído.
Pero hoy el escritor no tiene fuerzas, ni humor para pulsar una tecla. Y decide no hacerlo:
“Todo esto da asco. Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.”Y siente si cabe más dolor en su pereza que lágrimas le ocasionaran sus paridas letras.
El escribir crea adición. Un ejercicio costoso y hasta penitente. Y si lo hace de manera sincera sus propias creaciones le señalan, le apuñalan. Bumerán suicida. Sus escritos son tiros por la culata que le delatan. Fogatas de humo. Y nunca acierta al blanco que dispara. Será por eso que hoy Pavese se siente cansado, fallido y se dice:
“En la inquietud y en el esfuerzo de escribir, lo que me sostiene es la certeza de que en la página queda algo de no dicho.”
Mariano José de Larra, cuánto dicho y cuánto queda... por decir. Escribir es algo más que una adición, es una obligación, por eso de que siempre queda algo por... Un buen escritor, ( siempre buen lector), sabrá interpretar de lo escrito, lo no escrito.
ResponderEliminarY ahora informarte de que estaré ausente algunas semanas. Un placer visitar este rincón literario de Blao ¡Ya lo sabes!
(maravillas)