
Al almendro se le olvidó que era árbol; y en ese momento ya no miró hacia lo alto. Y su cuerpo cayó desplomado, todo lo largo que era, en la espesura de la tierra abierta.
“Un clavo quita otro clavo. Plantaremos otro almendro -te dije-, ... que una mancha de mora con otra mora se borra.”Y fue entonces cuando me contaste aquel chiste de tan poca gracia:
“... ese del drogata que gracias a que enfermó de alzheimer se le olvidó inyectarse su mescalina obligada.”
Hola Juan, qué bueno volver a pasar por tu casa, descansar mientras te leo, y disfrutar esa sonrisa con sabor a mundo que dejan tus escritos.
ResponderEliminarComo siempre, es un placer leerte.
Besos,
Antonia.