miércoles, 3 de diciembre de 2008

Intruso


Trato de disimular lo más que puedo mi aspecto. Me levanto a la misma hora de siempre. En el aseo me acicalo a conciencia. Y con el ensayo de gestos aprendidos sustituyo delante del espejo el rictus irónico de la comisura de mi boca. Maquillo mis pómulos cenicientos con un rosa más fresco. Pero no me afeito. Dejo que mi barba crecida y negra den buena cuenta de mi falsa vitalidad. Y sigo al pie de la letra mis rutinas, no sea que algún infiltrado llevado por la alteración de mis hábitos se de cuenta de mi fraudulenta suplantación e impostura.

Una vez en el trabajo, ya todo resulta más fácil. Aquí no necesito fingir, pues todos andamos engañados. El engranaje mecanicista de nuestra ocupación diaria se encarga de ello. Todos con el mismo casco, uno es el mismo mono que llevamos puesto, los mismos guantes, las mismas botas, la misma mancha en el pulmón del alma. La misma techumbre de metal que nos achicharra y ensordece a todos. Y un mismo logotipo, el de de la multinacional por la que nos desvivimos, el que a todos nos engarfia el pecho.

Soy un peón intruso. Hace cinco años que debí cesar en este puesto por razones ineludibles. Pero mi familia no podía vivir sin mi sueldo. Y es por esto que permenezco en esta ambigüedad con tanto celo.

Pero hoy se acabó la mascarada. En el comedor un fisgón me ha mirado con extrañeza. Ha notado mi falta de profesionalidad. Y al ver mi desgana e indiferencia en matar el hambre que a los demás les devora, ha dudado de mi existencia. Luego ese hilillo de gusanos blancos que salían por mi nariz es lo que ha destapado mi ardid, y le ha llevado a gritar delante de todos como un poseso:
“¡Compañeros, este hombre es un intruso! Hace un lustro que está muerto y cada día finge y se afana en estar vivo como nosotros”.
No siento que este chivato me haya devuelto a la tumba. Sin lugar a duda este es un buen sitio para un finado. Yo ya estaba cansado de aguantar tanta mentira. Lo que más me ha dolido es que el chorizo somatén que me ha denunciado haya sido otro fiambre más muerto que yo.