lunes, 8 de septiembre de 2008

Te olvidaste de ti


Ayer fuiste quien hoy no recuerdas. Te olvidaste de ti, Elsa.

El salitre del tiempo resquebrajó tu casa.

Luego vinieron los albañiles cambiaron su estructura. Donde estaba la sala de estar pusieron la cocina. Techaron el corral. Taparon el sol. Otros colores más serios hoy pintan puertas y paredes. Duermes en lo que era el trastero. Y el gallinero de antes es ahora el cuarto de la asistenta.

Estás hecha de pedazos, arreglos. Remiendos de historias quedaron a medio. Buscas por todos los rincones a Jorge y no das con tu marido. Normal. Con tanto cambio no sabes donde dejaste las llaves de su memoria. Ni tú tampoco te encuentras. Ya no hueles a clavellina. Todos te chillan como a una gata disecada. Siempre amaneces triste.

Y a cada momento le dices a Jorge que tampoco te escucha:
“Esta no parece nuestra casa”.
Eres parte del recuerdo y del silencio, de la noche y del fanal, de las tardes y su olvido. Eres campo, árbol y estrella; pero ya no hueles a tierra húmeda, ni a resina, ni a mañanas frescas. Y los azules del cielo están cubiertos de nubarrones hasta cuando hace buen día. Eres Jorge, eres Elsa.

Y si tú fueras Borges me dirías:
“No sé cual de los dos escribe esta página.”

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