sábado, 13 de septiembre de 2008

El cielo amenaza



El cielo amenaza lluvia, pero sus metralletas nubladas no disparan ni una lágrima. Y mis sequededes atragantadas no aguantan. Mi casa se resquebraja. El escaso manto freático que la mantiene se evapora y las paredes se agrietan. Las gallinas andan por los tejados. Husmean y picotean, aspiran desesperadas de las nubes sus odres hueros. Yo dejé sin segar las cañas de las panochas por ver si las farfollas atraían la humedad de este antipático cielo de un fin de semana yermo. Y ni por esas.

De pie llevo un montón de horas tras los cristales grises a la espera del aguacero y recuerdo a mi madre tras la persiana que mira a lo largo de la calle por si aparece el hombre. Desde aquel día que padre se fue al bar de la esquina, aún no ha vuelto. Allí perdió la partida. El seis de espada le tocó el pulmón.¡Maldita carta!

La tarde que se marchó padre llovió a mantas. Una tormenta de rayos encendió el llanto de la mujer y sus hijos. La morera de la puerta se dobló a media asta. Por la rambla del callejón un atáud rebelde camina al trote y sin paraguas. Por eso siempre que amenaza lluvia siento esta horrible sed de que diluvie para que de una puñetera vez escampe la agonía de aquel hombre que hoy es también la mía.

1 comentario:

  1. Blao, joolín, tienes "clase"
    Este podría ser un buen comienzo para un liro largo, una historia...
    que solo tu podrías seguir contando.
    Me gustaría poder seguir leyéndola.

    Saludos.

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