
Muchos dirán que no se hace política desde el sensacionalismo, tampoco desde el balcón de los aplausos. Que no llevar corbata o guayabera, lo mismo que calzar sandalias o ir en piernas no nos saca de la crisis, ni pone fin a la deuda externa, que una golondrina no hace verano, que las etiquetas y los protocolos son brindis al sol de la galería. Que hasta Aznar con su bufanda pasaba revista a las tropas de Irak, y nos metió en una guerra.
Pero en un país donde cuatro de cada diez paraguayos viven en la pobreza, que Fernando Lugo jure en público que luchará por su pueblo hasta la muerte y que renunciará a su sueldo como presidente (“ese dinero pertenece a los más humildes”), al margen de todo show mediático, este gesto es todo un signo, una buena noticia en medio del berenjenal de corrupción y mentiras en el que los emperadores del mundo nos tienen acostumbrados. O si no véase Rusia en el conflicto de Osetia y a Estados Unidos con su escudo antimisiles en Polonia.
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