jueves, 10 de octubre de 2024

Somnolencia



Sentado en el banco de la tranquilidad solitaria al rescoldo de un sol plácido y evanescente.
Fatigado me dejo caer bajo la tentadora sombra de una parra generosa. La jornada entre podas y azadas no consiguió mitigar la bulimia de mis siglos atrasada. Frustrado tras un pelear inútil en busca de cosechas imposibles. Me quedo dormido.

Los lobos también soñamos, más aún cuando andamos malcomidos. Se nos nota en el balanceo nervioso de nuestro rabo mosqueante. Lo hacemos en blanco y negro, como aquel poeta maldito que, antes de dejarse engañar por el espejismo multicolor de una sociedad hobbesiana y consumista, prefirió morirse de hambre.

Hasta hoy yo nunca había soñado con gacelas de fácil caza y andar coqueto. Y mucho menos con una apetitosa bailarina en tecnicolor como ahora. Una sombrilla azul ondea su prestigiadora mano. Ante mi lasciva presencia la bailarina seductora extiende el cuello dorado de su plegada sombrilla hacia mi famélico pescuezo con la sabrosa intención de atraerme hacia sus senos voluptuosos.

A punto estoy de devorarla de una dentellada, cuando el repentino cambio de luces de un coche patrulla me despierta. Uno de los policías comenta: el pobre no tiene donde caerse muerto. Y yo suplico a los agentes entre mis sueños de carne fresca hambrientos: ¡Llévenme, por favor al bosque de las alimañas, allí al menos podré soñar despierto!

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