
Nunca había oído yo hablar de Manuel Zelaya. Fue el domingo pasado al leer en El País la entrevista de Pablo Ordaz al todavía presidente de Honduras. Y surgió mi curiosidad por este político centroamericano, sobre todo al final del reportaje cuando Zelaya responde al periodista con una frase digna de pasar a la historia por su contenido en favor de la lucha de clases:
"Tienen que comprender que la pobreza no se acabará hasta que las leyes no la hagan los pobres".No me cabe duda de que este postulado libertario fue proclamado gracias a la izquierda hondureña y por la presión de los movimientos sociales y cada vez más comprometidos con la democratización de la sociedad, y en contra de cualquier autarquía impuesta por los militares o por la voracidad de terratenientes y empresarios. El 90%de la riqueza de este país se encuentra en manos de estos monopolios.
Lo que importa no es de donde venimos, (Zelaya proviene de una familia de terratenientes madereros, implicada en los años 80 con grupos de extrema derecha y represión sobre comunidades campesinas), sino a donde vamos. Y parece ser que este presidente en búsqueda y captura ha sabido sintonizar con el cambio deseado por su pueblo y respaldado además por toda la comunidad internacional. ¡Suerte!
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