martes, 24 de junio de 2025

Entre el miedo y la esperanza

 


Estoy convencido de que se aproxima una Tercera Guerra Mundial; a diferencia de las anteriores, el campo de batalla será todo el planeta y, por primera vez, incluirá territorio estadounidense; por muy sofisticada que sea la tecnología militar y la Inteligencia Artificial que la sustenta, se necesitarán soldados sobre el terreno que morirán por millones, junto con poblaciones civiles inocentes más que en ninguna guerra anterior; estos soldados serán jóvenes y no los señores de la guerra. (Boaventura de Sousa Santos. Sociólogo. Profesor catedrático jubilado. Facultad de Economía de la Universidad de Coímbra (Portugal)


Tengo yo un amigo que cree a conciencia en la bondad natural del ser humano. Todo tiende al bien. Se define seguidor de aquellos que afirman que el universo en su conjunto se dirige a su perfección última. Mi amigo es optimista por fe y por naturaleza. Partidario de la evolución, no por snobismo, o por una falsa filosofía friqui impostada, sino movido y convencido por la misma experiencia histórica de los hechos. La especie humana y el mundo en general no hubiesen alcanzado el grado de progreso y transformación en el que nos encontramos, sino fuera por esa tendencia real y metafísica de las cosas que desde el alfa se encaminan hacia la omega de su imaginable y posible utopía. Tal vez por ello, mi amigo sea un luchador nato por la paz, la razón, la defensa de los más desfavorecidos, contrario a cualquier tipo de práctica y gobierno, basados en la mentira, el interés propio, enemigo a ultranza de los nuevos imperialismos emergentes, absolutistas y reaccionarios.

Con todo este arsenal de buenas ideas e intenciones, mi amigo últimamente me tiene un tanto confundido. Los acontecimientos bélicos, la intermitente confrontación supremacista, la violación flagrante del derecho internacional, la alocada degradación ética y política de los grandes mandatarios... lo llevan a mal traer. Está enormemente preocupado por la individualista y deteriorada situación actual del planeta y por la perverseión de la conciencia de quienes lo habitamos. Y no es que mi amigo se haya retractado de sus anteriores propósitos teleologicistas, rousonianos, ilusionantes, sino al contrario, lo veo más motivado por sus propias convicciones, y más ahora, a la vista del posible Apocalipsis nuclear que atravesamos y al que gente mala quieren arrojarnos. Y me comenta cual engañado milenarista: Es bueno que todo acabe para que un nuevo ciclo comience con renovado brío.

Tal es el terror y la oscuridad que envuelven nuestros días, que mi amigo presiente que estamos al final de una era. Y de alguna manera yo también me siento identificado, identificado y escandalizado. Me cuesta trabajo estar de acuerdo con aquellos que dicen: ¡Cuanto peor mejor! Y así se lo hago entender: las profecías apocalípticas de hambre y futuras guerras nucleares, me sobrecogen, me dan miedo, me ponen los pelos como escarpias. Y mi amigo desde su confiada y espiritual creencia, intenta levantarme el ánimo, y me aclara la genuina acepción semántica de la palabra apocalipsis: Apocalipsis, amigo, significa más bien revelación y luz acerca de algo que anda escondido. 

Y así entre el miedo y la esperanza nos despedimos en la noche bajo las estrellas de su huerta.

 


domingo, 22 de junio de 2025

Callaos


No hay que decirlo todo: el poema está en lo no dicho. (Octavio Paz)

Cansado estoy de tus palabras. Cansado de los poemas del pino y de tu porte. Cansado de las estrofas de tu labio en rojo consonante. Cansado de ver sin ver el monte, tu sinuosa cima de esperanza azul y verde. Cansado del brillo del naranjo; y de tu pelo. Cansado de enjugar el barro de mis pies en el agua del azarbe. Cansado de la canción del aire entre las cuerdas de los cipreses en el si bemol agudo de tu cuello. Cansado de tu andar seguro y cimbreante entre los amarillos del trigo, la manzanilla y el olor lejano y cálido del membrillo.

Estoy cansado y aburrido de ver la gota de rocío que pende en equilibrio de la hoja del hibiscus. Cansado estoy, mujer, de tus caricias, del arte de tus manos de aromas y semillas. Cansado de verme siempre henchido de palabras sin estambres en tus ojos, vacías de margaritas abiertas al sol del mediodía. Cansado de tanta belleza, de los besos del geranio de tu boca. Cansado de tus romanzas, del polen de tu música, tu cama y mi alegría.

¡Callaos pues, cielo y tierra, mujer y agua, y árboles! ¡Y dejadme! Me distrae y me disipa la estética y el consuelo de vuestros brazos en ayuda, la arquitectura de vuestra piernas en duelo, tutores y pilar de mi frágil estructura atípica. Me agobia la frescura, la sombra de las moreras de tu jardín en alza y armonía. Me cansa el cobijo del nogal, el gracioso correr de la ardilla por el tendido de los cables del teléfono.

¡Callaos! Que quiero en la mudez y en el silencio, disfrutar de la sonoridad de vuestro pronunciado y grácil cuerpo.


viernes, 20 de junio de 2025

Mirar el fuego



Hay quienes con sólo mirar el fuego, oler una rosa, contemplar el tejer de una araña, ver parir una cabra, se les abre el culo, que es lo mismo que decir, pero de forma más relamida, que se les deshincha de gozo el alma.

Pues bien, a mí me pasa lo mismo cuando veo mi nombre escrito aunque sea en el mármol de mi tumba. Hay quienes presumimos de nuestro nombre en las tapas de un libro, al pie de unos versos, en las redes sociales. Y cual narcisos ante el espejo de una charca se nos desparraman las carnes y nos relamemos de gusto, saboreando cada una de nuestras letras impresas en la fragilidad de un papel o en la vulnerabilidad digital de una pantalla. Presumimos de amigos miles, que ni conocemos ni sabemos cómo se llaman.

Mi amigo no es escritor, ni siquiera grafitero, es un analfabeto confeso, por eso no siente esas ganas infinitas de inmortalizarse en unos grafemas para él ininteligibles y perecederos. Aunque le diesen hechas ya sus letras de molde, ni sabría siquiera ponerlas en orden. Mi amigo la única inmortalidad que conoce, que vive y que siente como un orangután que se come feliz un plátano a media mañana en medio de la selva virgen, es vivir el presente sin hipotecas ni avales. 

Mi amigo se escandaliza de aquellos que en aras de la perpetuidad, los anales de la historia, la memoria...  nos privamos, o al menos no nos gozamos con observar el impecable tejido de una araña, presenciar el parto de una cabra, oler una rosa, contemplar, abrigados en una noche de frío, los sueños del fuego, frente a la chimenea de un mundo que se autoconsume a sí mismo.

martes, 17 de junio de 2025

Ut tamen pallet




Dice Valerio Marcial en uno de sus epigramas (LXXVII): Carino se encuentra bien, y sin embargo, está pálido. (Ut tamen pallet).

Posee el ser humano un huequecito sin llenar en el interior de su ser. A lo largo de los siglos de la historia habida, aún no se ha descubierto cuál es esa pieza exclusiva que todos añoramos dentro de nosotros. Osorio, el doble de Vargas Llosa, (que también es mi sombra), me comenta que la pieza de ese complicado y misterioso puzle que somos, se la comió la serpiente del paraíso, cuando fuimos sembrados por Ceres en esta tierra que nos tocó como destino. Yo le replico que, esa diosa verde a la que se refiere, tal vez se negara a depositar en nosostros ese preciado don del que andamos falto, para tenernos necesitados siempre de su ayuda. Osorio añade: ¡Mala leche la de esta jardinera, chamana o apicultora que nos dejó con la miel en los labios!

Yo con todo le pregunto también a Marcos Valerio Marcial ¿por qué su amigo Carino, teniéndolo todo, (trabajo, salud, dinero, amor y un gato amarillo), se levanta triste y deprimido todos los días del año? El poeta hispano-romano levanta a lo lejos sus ojos nostálgicos como si mirara las ruinas de su Bílbilis añorada y desaparecida. Calla un momento. Mientras, yo veo ríos de sudor culebrear por su cara de sísifo desesperanzado. Luego, tras limpiarse con el dorso de la mano su inútil fatiga sarcástica, me responde: Tal vez Albert Camus llevara razón cuando dijo que la felicidad consiste en ese sentimiento de desdicha que todos experimentamos. Pero, amigo, -insiste el epigramista- te aconsejo que no abuses tanto de citas ajenas; no favorecen en nada la elegancia de tu escritura, así como tampoco la saludable digestión de los jugos metafísicos de tu alma.

viernes, 13 de junio de 2025

Por encima del azahar de las estrellas


Junto a la vieja ermita de Zaraiche, el ocaso catarroso se evapora tras la montaña-cuesta-abajo de su vejez fosilizada. Se esfumó también la pubertad, la eternidad de aquellos días de primavera, prometedores de honradez, servicio y justo reparto. Y la humedad del suave-beso-de una bulliciosa juventud en aquella calle de la Divina Izquierda, hoy seca y ruinosa queda al hacerse publico tanta sinvergonzonería y corrupción.

Encariñados bajo la escalera de la mala suerte, sorteamos con éxito nuestro infortunio y las desgracias ajenas. Nuestros cuerpos enlazados se elevaban por encima del azahar de las estrellas. Y el olor y el pareado de mis labios en tus orejas retozonas como gorriones suplicando democracia... inundaban de placer un mundo en el que cabía feliz el mundo de Huxley. El recuerdo: un tesoro más cierto y valedero que la realidad que hoy vivimos.

Por mucho que intento desplegar nuestras pancartas contra la guerra y el engaño, el levantamiento de una clase obrera en bancarota, recuperar la canción de nuestros viejos himnos, no consigo acordarme de su letra. El hombre del hombre es hermano / derechos iguales tendrán / la tierra será el paraíso / patria de la humanidad. Las tromeptas y los violines quedaron mudos en la nave de aquel templo de algarabías y poltronas de la calle de san Jerónimo. ¡Lástima que aquel quejido placentero de nuestro juvenil orgasmo sea ahora sofocado por los gritos inciviles del pataleo, la avaricia y el tú más!

Cuanto más viejo me siento, la caricia de mis manos sobre la carne virgen del futuro, más oscura y astillosa la veo: sombras vivas que se pierden por los agujeros negros de una vida.

Y si me dieran a elegir entre la actual vileza y carroñería de hoy, sin duda escogería la sensación caliente de aquellos años, su recuerdo eterno. Aquel eco puro del pasado no quisiera que acallado fuera por los gritos descerebrados de unos ultras camorristas.