El miedo a las distancias cortas es más cruel y más largo que la distancia infinita entre dos puntos inalcanzables del universo. Como lo es también inexplicable el cuchillo del bueno de Abraham sobre la yugular del inocente cordero. Como es también incomprensible la fratricida inquina entre Isaac e Ismael, ambos hijos de un mismo padre, enfrentados a muerte perpetua. Musulmanes y judíos en guerra interminable, sacrificados en el mismo altar del monte del Templo por la mano implacable de un dios atávico, sacrílego y miserable. La lejanía que los hermanos sienten por tener junto a sus labios, tanto el uno, a Rebeca; como el otro, a la mujer egipcia, (el amor de sus vidas), es inversamente proporcional a la proximidad entre las raíces y los dátiles de aquella palmera, que un día el padre de ambos plantara en los jardines de Canaán.
Cuando las dendritas filosas de la palmera, más se introducen bajo la tierra, más alejados y sonrientes se alzan sus racimos al aire, esplendorosos. Siendo fruto y raíz dos elementos sustanciales de la misma cosa, ¿por qué ambos se alejan salvajemente el uno del otro? Cuanto más hermanados, más separados. Le dijo la sartén al cazo: ¡apártate de mí que me tiznas!
En días de vientos huracanados el hijo de Sara le dice al hijo de Agar, su hermano: la distancia de mi base a la cumbre de tus cielos es nuestro mejor aliado. En días tranquilos y soleados, le dice el hijo de Agar al hijo de Sara: La distancia de mi altanero orgullo y de tus celos es tan corta que me confundo contigo. Ismael e Isaac, dos líneas paralelas por el cosmos infinito de un desierto que nunca acaban por estrechar sus manos amigas. As-salamu alaykum.
La imagen de Ismael y la de Isaac son incompatibles. Cada vez que Ismael entra en una tienda se enfrenta con el espejo de su hermano. Cada vez que Isaac entra en una barbería se da de bruces con Ismael. Ambos, nada más verse en los cristales de los escaparates del centro de la ciudad, salen corriendo como palomas espantadas que huyen del disparo de la misma escopeta. A Ismael e Isaac le pasa lo mismo que a a los matrimonios que llevan muchos años casados: cuanto más juntos, mas separados. Y es que el tema de las relaciones de pareja es parecido a la atracción de los imanes. Con el paso del tiempo pierden su fuerza magnética.
Será menester que el bueno de Abraham recargue las pilas de sus hijos, en función de aquella promesa eterna que a ellos mismos les hizo antes de morir: Vuestra descendencia será abundante y bendita en una tierra colmada de enormes racimos de dátiles, que a los dos os acogerá por igual para siempre.
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