Ut pictura poiesis (la poesía es como la pintura). Estas palabras de Horacio generalmente se utilizan para dar a entender que el arte adopta distintas manera de expresarse, ya sea a través de la escritura, la poesía, la pintura....
Hay cosas que para decirlas, según sea su naturaleza, requieren un género literario apropiado. Contar una historia, escribir un relato, hechos que se suceden dentro de las coordenadas reales del espacio y el tiempo les va mejor la narrativa. En cambio para mostrar las pasiones, el sentimiento, el deseo, no hay nada como un poema.
Y al ser mi amigo por un lado andadura y tierra; y por otro, aire y sueño, para referirme a él tendría que acudir tanto a la prosa como al verso. Su obra y su compromiso fueron siempre de la mano. Al menos ese era su intento, una de sus manías: que su filosofía de vida se acoplara a la praxis que, tanto lo que decía como lo que hablaba, tuviese una función transformadora.
Si yo creyera en el almaAún hoy oigo indeleble y nítido el sabor de aquel mi primer encuentro, su amor apasionado por los libros, el lenguaje. Él me mostraba sus lecturas. Y subrayaba las frases como labrador que enyunta bueyes. La cosa es el nombre. Me citaba a Octavio Paz. Y para que el sentido de lo que leía no se le escapara, mi amigo abrazaba los párrafos, lo sustancial, con un círculo rojo, al igual que un vaquero enlaza el ganado, como el niño aquel que cogía una paloma y no la soltaba hasta que la paz entre Rusia y Ucrania, entre Israel y Palestina no fuese firmada. La palabra paloma estaba allí, pero el pequeño no veía salir de sus letras abrazos ni caricias. La palabra estaba hueca, no tenía labios que la besaran, ni de sus senos alimento ni leche brotaban.
y me dieran a elegir
en qué parte de mi cuerpo
he de guardar el sentir,
me gustaría decir
que mi alma son las letras.
¡Que las letras sean mi vida!
Y recuerdo como mi amigo asía con sus dedos, con tino el lápiz, su caña de pescar significantes, la aguja de coser significados. Y los peces de colores de las palabras revoloteaban alegres en el cesto de sus libros entre sus manos, por las calles y las plazas, por los campos libres de la concordia.
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