domingo, 1 de noviembre de 2009

Piedrasola


Después de muchas vueltas llegamos a Piedrasola. Nos ha costado Dios y ayuda. Y como en los mejores cuentos, son personas pobres y anónimas, y disfrazadas de extraños y símbolos postergados (un inmigrante y un viejo), los que con su hablar cifrado y místico nos señalan como llegar a la casa allá lejos escondida como setas "cantarelas" que hay que comer pasadas y no tiernas, porque son venenosas si las comes frescas.
"En aquel recodo del camino está Piedrasola"
Y hacia allí nos dirigimos. Pero una cosa es visualizar un punto claro y cerca en el altozano, y otra dar a pie entre malezas y espartos que serpentean entre cotos de conejos y jabalíes un sendero pedregoso, lejano, cuesta arriba y umbrío. Y tras pasar el barranco, un cruce y un molino (otra vez el vencimiento de las tres dificultades como en los cuentos tradicionales), llegamos por fin al sitio.

Cipreses en círculo nos dan la bienvenida con su silencio sabio. Y allí abrazamos al amigo y nos empapamos de su soledad, del vacío de la estancia con sus mil puertas abiertas. Por la tranquilidad y reposo de las cosas que veo inutilizadas, parece ser que nadie se queda aquí por mucho tiempo. Ya lo dijo Joyce: "demasiada felicidad aburre". Nuestro amigo nos dice que vive aquí año y medio, pero sólo de prueba, provisional. Celebramos el encuentro, también pasajero por supuesto como todo, con queso y vino. Y conversamos de los miedos, de las alimañas que en la noche merodean la cocina en busca de alimento. Alguien dice:
"Mejor es vivir en compañía de otra mano para no perdernos solos, volvernos locos o caer en el abismo"
Es hora de regresar. Y con haber sido intenso, precioso y corto el tiempo que hemos estado en Piedrasola, mi corazón ¡qué contrasentido! se ha inundado de tristeza. Cuando lo suyo hubiera sido que la paz de estos silencios, me hubiese embargado por su naturalidad y belleza.

Muchas veces en mi vida me visitó la soledad; y no me vi solo con ella. Pero esta mañana aquí en Piedrasola me he sentido vacío y preocupado por no saber si merece la pena que un hombre en su madurez viva sólo y pobre de esta manera.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho este paseo. A veces no es necesario desplazarse para sentir ese vacio que se ha llenado, y vuelve a vaciarse. Las horas vuelan y nos sentimos ir... Y las palabras nos siguen mojando, con su abrasadora y limpia sabiduría.

    Un abrazo
    maravillas (siempre anónima)

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