"¡Corazón! Calma un instante y aclaremos el misterio"
(E.A.Poe. El cuervo)
Por naturaleza, definición y tendencia un poeta debiera ser místico, espiritual y trascendente. Y aunque sin concretar quedara su vinculación expresa a un determinado tipo de creencias, al menos implícita o de forma simbólica su sobrenaturalidad emanaría de sus versos. Y al igual que expele el limonero su perfume sin decirnos de dónde saca el árbol su azahar, así el rapsoda, aún siendo un ateo consumado, se siente en el misterio consumido.
No parece muy común que un matemático para hallar la hipotenusa de un triángulo se deje llevar por la intuición o el sentimiento. Puede que los números le cantaran, pero por supuesto la magia, la figuración y el ritmo no son de las ciencias competencia.
Y de ahí viene mi extrañeza. Hoy me encontré con un tozudo razonador. Un cerebro con dos patas. Quería encontrar en su mente explicación emocional a sus problemas.
"Mis miedos y mis alegrías son hijos también de mi cerebro"
Y dislocado andaba como Teseo en el laberinto. Quebrado y tetrapléjicamente roto entre la trascendencia de sus poemas y la inmanencia materialista de su cerebridad discursiva. Y vi que su cerebro entero era una metáfora, un continuo latir de sensaciones infinitas. Y su corazón el córtex lateral de su cabeza.
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