El óxido del tiempo sedimentó en su estructura otra estructura que se desentendía de la anterior, y ésta a su vez, de aquella. Una amalgama de experiencias contradictorias le impedían dar con el sustrato de su identidad concreta. Y me dijo:
"No se puede definir el absurdo, a no ser que yo sea su paradigma. ¡Y punto! que hablar de mi mismo, además de pesado, es comer en terreno yermo."Su niño arrancado de cuajo pronto fue arrastrado por aquellas torrenteras que le hicieron mayor antes de tiempo. Y se apoltronó en su sillón agujereado de adulto por cuyas troneras la madurez enseguida se secó, como el verde en amarillo.
No creció evolutivamente como mandan las etapas ordenadas de la sicología agreste. Y se fue tantas veces de si mismo, que cuanto más crecía, más perdido andaba.
Antes de ser discípulo, quiso ser maestro. Fue negro y blanco al mismo tiempo. Víctima y verdugo. Nieve y verano. Injerto a destiempo. Contestatario y golpista. Y disfrutaba siendo lo que no podía. Soñaba más que vivía. Y no vivía, porque su hoy era el mañana incierto.
Vivía fuera. Y de vez en cuando con ilusión regresaba a la casa de su madre. Y su alegría, nada más llegar, se apagaba. Y se marchaba de nuevo. "Culo de mal asiento" -le decía la madre tierra al árbol trashumante. Hasta que el labrador cansado de verlo cansado, de aquí para allá y sin que diera fruto, lo descuartizó de un hachazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario