sábado, 9 de mayo de 2009

Ni san Google tan siquiera



Llevo tanto tiempo tras algo que se me perdió un día, que ya ni me acuerdo de lo que busco.

Y en esto que me dijeron que recurriera a san Google. Que bastaba con poner una palabra en la casilla de su peana para que este santo conseguidor me concediera lo que deseaba. Y fue entonces cuando el globalizado y todopoderoso milagrero me dijo con su boca apixelada llena de virtudes y virtualidades, dendritas de conexiones infinitas:
¿Cómo quieres que te remedie, necesitado internauta a la deriva, si no me cuentas lo que te aflige?
Yo sentía un dolor inmenso; pero no sabía ni su razón ni su origen, tampoco su nombre. Repito, tanto tiempo llevaba mi dolor a cuesta que yo mismo era el dolor en persona. Y no podía ser otra cosa, sino tan sólo una queja innominada que buscaba en vano su remedio. Y como aquel que fue al carrefour y perdió la lista de la compra y volvió a su casa sin nada, así me he quedado yo con mi pena, que como no sé como se llama, pues eso, que no existe a decir de este santo patrón; pero a mí ¡ay qué ver cómo me duele!

No hay comentarios:

Publicar un comentario