
(Según la BBC, Hillary Clinton subasta a su marido. El agraciado tendrá la oportunidad de su vida: pasar todo un día con el ex presidente. La secretaria de Estado confía recolectar casi dos millones y medio de dólares que debe en concepto de gastos de la campaña electoral a la presidencia, que perdió ante Obama el año pasado.)
La discoteca en pleno éxtasis es una nebulosa resplandeciente en luna de abril gozoso, noche de un viernes eterno. Y su epicentro: una pista abarrotada. La canción en su apogeo acrecienta mi deseo de tener entre mis brazos al muchacho de Arkansas:
"Por una mirada, un mundo;Y el salpicar de los láser juega a la rata presumida en la cara iluminada de los que bailamos liberados por el ritmo de nuestros calambres frenéticos.
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
que te diera ...."
Llega la hora del sorteo. El silencio se adueña de la esperanza de todos los futuribles participantes del rollo. La expectación es el alma de los ojos y de mi vientre nervioso, y de todo un pelotón de sensualidades en vilo que llenamos la sala.
¿Y si fuese yo la agraciada? No un mundo, ni un cielo. Por la entrada sólo pagué cinco dólares, cinco dólares que tal vez me den derecho a pasar todo un día de despelote y orgía con su marido. ¡Qué buen partido!
¡Manda huevos esta presentadora que se atreve a sortear a su marido, yo no sé si como despecho por aventuras pasadas, o tal vez para pagar las deudas de sus derrotas ganadas! Ayer era el chulo el que se jugaba la mujer al tute. Por fin llegó la revancha hembrista. Y hoy es la esposa la que se juega a su perillán al cinquillo.
Mi moral puritana me retrae de citas anónimas, de contactos ovales, lenocinios, adulterios... pero una rifa es otra cosa, es el dedo de Dios el que saca los números de la suerte y su boca de gracia la que canta el destino. Nunca entendí mejor que ahora la definición de Carlos Marx sobre el valor de cambio y mercancía en el entramado del mundo capitalista.
En juego está nada menos que el hombre objeto, símbolo del poder y la gloria, el cuerpo de Clinton. Y mis fuerzas de producción a toda máquina. Ahora la senadora antes de sacar la papeleta bendita se dirige a un público automatizado por un sueño:
“Mi marido peina canas, es experto. Toca el saxo. Y seguro que a la señorita premiada dejará sin aliento”.
"Mi marido por un día" ¡buen título! Algunas lo titularían también: " tu marido por unas semanas, si es poeta".
ResponderEliminarEstá la oferta y la demanda a la orden del día, y no sólo en la discoteca. Eres un escritor con mucha sensibilidad de la compleja psicología humana.
Hoy, me he puesto a comentarte. Ya sabes que admiro tu pluma, y de eso ya hace algún tiempo.
Y abrazos de maravillas.