Magister dixit

No me acuerdo muy bien cuales fueron sus palabras. Más se parecían a un artículo de fe, un axioma, una de esas citas que se ponen en el encabezamiento de cualquier ensayo para demostrar sin razonamiento alguno una determinada tesis.

Los escolásticos, cuando se veían acorralados por el adversario, apelaban a la prueba de autoridad: Magister dixit. Tan sólo el susurro de las palabras de la biblia bastaba para fulminar categóricamente la doctrina del contrincante. Y lo que era insostenible “per se” se admitía como base y fundamento de la estructura existente, desde la intimidad más profunda hasta la organización social de todo el mundo creado.

Yo no cesaba de decirle que la crisis que actualmente vive la humanidad no es fundamentalmente económica. Y le hablaba de crisis de conciencia, que era preciso una nueva mentalidad no crematística, más solidaria para salir de la crisis financiera.

“De acuerdo -me decía él cual otro iluminado escolástico que no se apeaba del burro capitalista aunque lo mataran-; pero debes convenir conmigo que si acaso hubieran otras crisis, hijas serían de la crisis financiera. No hay desarrollo sin mercado. La economía es la razón suprema. Fuera de ella no hay salvación ”.

Decidí no insistir más. Era inútil. Como aventar la paja en un tornado. Y ya no le dije que nuestro actual sistema había tocado techo, y que si queríamos que nuestro mundo sobreviviera y fuera “sostenible” era preciso abjurar de la ambición, la competitividad, los costes y el beneficio.