jueves, 15 de enero de 2009

El beso de la palabra



Y es que el escribir para él lo era todo, ese bancal en blanco donde vertía sus lágrimas. Y otras, el mullido césped donde repantigaba su alegría.

Y hoy precisamente escribe la palabra “lágrima” y sus ojos no lloran. Tampoco se le parte el alma. Y es que su corazón con estas heladas, escarchas de amor y odio, amaneció helado como el parque del Retiro, tieso como el carámbano de la fuente, quemado como la flor del ibiscus.

Frustrado con la lágrima que no lloraba, el escritor escribió luego “felicidad”. Y de sus labios tersos, cristales blancos, tampoco brotó una sonrisa.

Cansado el escritor de escribir palabras que no respondían a lo que muy dentro sentía, que no hablaban lo que él decía, se acordó de lo que le enseñaron en el taller de escritura:
“Debes forzar a las palabras que sean ellas las que rían, las que odien, las que amanezcan o lloren. Ellas no sólo son las portavoces de tu sentimiento, sino que han de ser tu alma. Y si hay algo que tu alma aún no ha vivido, díselo entonces a la palabra para que sea ella la que sienta lo que tu no viviste. Pues gracias a las palabras podrás experimentar incluso el beso aquel que nunca te dieron".

1 comentario:

  1. me enredo en tus palabras; en su sonido silbante, en su contenido infinito, en su saber exquisito, en su melodía arrulladora, en sus caricias serenas, en su magia embrujadora...
    Una vida llena de palabras, y cada palabra tuya tiene su propia vida.
    Besos, sin palabras.

    Arcoiris

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